Pasear por una chopera produce un placer enorme y una profunda tristeza a la vez; placer al escuchar el sonido del agua del río que la rodea al romper contra las piedras, tus pasos al caminar sobre las hojas secas, el canto de los pájaros que la habitan, el martilleo de un pico picapinos en la lejanía, el sonido del viento que mece las copas y levanta las hojas recién caídas, placer al contemplar la luz que filtran sus ramas, la majestuosidad de los chopos que se alzan imponentes e impasibles ante un futuro cierto; tristeza, porque sabes que tarde o temprano no serán más que madera en manos del hombre.